domingo, 10 de agosto de 2008

SMOG CHINOISE

En mil y una noches de transmisiones chinescas, sólo ahora en la televisión cubana sale fotografiado el smog. Beijing es una burbuja de debris aéreo y nadie en el Comité Olímpico Internacional notó a tiempo esa nata. Mejor así. Los atletas ahora competirán en suspense. O con máscaras antigás: los ciclistas yanquis ya ensayaron un performance al respecto, pero después pidieron perdón. Humo milenario sobre la ciudad capital: antorchas y fuegos artificiales atizados por un viento de utilería digital. Un solo país, dos sistemas; dos países, un solo sistema: 2008 partículas opacas por milímetro cúbico del Gran Paredón (una ex-muralla turística que para colmo ya ni se ve desde el cosmos), polvillo coriciento de un estornudo aplazado desde Tiananmén. Beijing the Beautiful. Smog con smoking. Palitos chinos enchumbados en una sosa salsa de soya, caligramática de cinco círculos encarcelados entre sí: maripositas chinas en technicolor que no vuelan sin los cables del titiritero, marionetas de pandas a punto ya de extinción. Pasarela fashion como parodia de la Glam Marcha. Smog on the Water-Closet de una ciudadela púrpura prohibida post-imperial. Retahíla de récords. Serán, como todos, "los mejores Juegos Olímpicos de la historia moderna". Aún así es sólo un juego. Después vendrá el thriller del reconteo de atletas en cada delegación: apátridas y repatriados, mercenarios y medallistas (todo un argot de combate para el próximo tetraenio, en un ciclo cósmico mitad cómico y mitad cansón). Una chanson chinoise con versículos apócrifos del ex-líder Mao. Beijing the Beast. En mil y una noches de transmisiones cubanescas, sólo ahora en la televisión china sale fotografiado el smog. Mejor así.

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