domingo, 5 de octubre de 2008

CARAMBA, KANGAMBA

A la película Kangamba hasta Fidel Castro la comentó (la vio en formato DVD): «es de los filmes más serios y dramáticos que vi nunca». Y recomienda automáticamente que el ICAIC produzca por lo menos dos partes más. El crítico autócrata Rolando Pérez Betancourt también la vio y, para colmo, le dedicó casi una plana entera del periódico Granma (subtitulado como el ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA): «es una película con todas las de la ley», fue su más bien obvio colofun. Yo no pude evitarlo y me colé en el extreno de la ubicua Kangamba, entre los extras negros del filme (que eran legión), y los masturbadores rituales del Charles Chaplin (diezmados por exceso de mugre y a falta de invitación), y el equipo en pleno del rodaje (de lejos, el físico canoso del director Rogelio París era una copia clónica de Humberto Solás EPD), y un coctelito élite de la crítica oficial (no reconocí a Rolando Pérez Betancourt), y hasta una brigada adolescentaria de Tropas Especiales (con sus uniformes de camuflaje y sus comentarios pirotécnicos salpicados de una insigne ignorancia ahistórica). Por supuesto, sin ningún comentario estético por el momento. La estática del horno tampoco está para panecitos de cinecittá. Al parecer, no es la hora ni el lugar para remar rimas a contracorriente del consenso cinéfilo cubatriotero. En una epoquita de súperdisciplina post-huracán, no deseo ser tildada de aguafiestas audiovisual de nuestra patria plana en 35 milímetros y a 24 cuadros por segundo (35 + 24 = 59: menos mal que las matemáticas no manipulan la memoria).

P.D.: Oh, y ya casi se me olvidaba: ¡todavía actúa Tomey!

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